Salgo a dar un paseo después de recibir una funesta noticia, a mi amigo Fernando le han ingresado de urgencia al declararsele una pancreatitis de repente, que le tiene postrado en la UVI del Infanta de Badajoz. La noticia me queda patidifuso y automáticamente pienso en si la parca se me acercara tanto ¿que hacer aquí de solana en el sur?
Diré, aunque no lo creo, ¡Que la Providencia nos proteja! ¡Y que lo haga con Fernando! que tiene que ofrecernos todo el arte que lleva dentro. Loados sean los dioses. ¡Por Fernando!
Esperemos a mañana.
Volviendo del paseo nocturno a eso de las 12,30 horas, vengo por la acera de solana, vamos que no hay mucho personal a esa hora; a lo lejos veo una pareja de la mano, de la cintura después, de la boca al poco; de mucha boca, al momento y todo ello sin pararse.
-Pienso; parecen unos guiris, de los muchos que pueblan estas riberas del Guadiana. Mi sorpresa es que a escasos metros míos, se paran, se meten mano a tope, él le levanta el niqui a ella, pero es ella la que hace más estrupicio, le saca la camiseta al maduro guiri cuando estoy a su vera, que tan entretenidos estaban que no me percibieron y a las suyas siguieron, labio contra labio, cadera contra cadera, caricia contra caricia. Pasé divertido y ve volví una vez a mirar como seguía el duelo; y seguía. Se me quedó en la cara una sonrisa a lo gioconda. La vida de los otros sigue inexorable, el movimiento no se detiene. Pensé en Fernando.
Esperemos que el tratamiento sea efectivo.
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