Publicado en El Avisador de Badajoz, el 15 de octubre de 2011
Corría 1961, cuando mis padres me apuntaron al colegio del Carmen, de los HH. Maristas, sito en esas fechas en la calle Donoso Cortés, a la vera del Ayuntamiento de Badajoz.
Con siete años entré en tercero de preparatoria. En ese año, conocí al hermano Daniel, hombre que dejaba corto al santo Job bíblico por la inusitada paciencia con los críos, o sea, con nosotros. El hermano Daniel, era el encargado de muchas cosas en ese colegio, era el hermano para todo: igual nos formaba en el patio para ir a las clases, como para el matutino canto de "Montañas Nevadas, banderas al viento...", que para enseñarnos el "Pater Noster, qui es in caelis..." en latín, que todos llegamos a aprendernos de memoria, cuando ésta no era tan denostada como ahora.
Todos los años por fin de curso, el colegio del Carmen se hacía presente en la ciudad, reuniendo a padres y madres en un sinfín de emociones en el Teatro López de Ayala, para hacer la representación anual. Las variadas escenas se repartían por edades. Con siete años debuté en las tablas del López de Ayala, junto con treinta o más émulos, cartagineses o romanos, soplando una improvisada flauta sin agujeros, hecha de caña de bambú y papel de fumar en su extremo; los treinta y tantos acompasábamos, soplando el artilugio, haciendo el coro de una canción infantil, al parecer, de origen catalán, dedicada al General Prim, cuando fue nombrado Capitán General de Cataluña, a mediados del siglo XIX. El General Bum Bum. Tiene gracia, niños de siete años cantando un canción de Prim. No sé si sus hermandades sabían el origen de la misma, pero no deja de ser curioso.
De "san Google", he sacado los siguientes datos: parece ser que la canción fue compuesta para su hijo, Marianito, por el profesor Joan Llongueres en 1920. Su referente era Prim, que antes que nada, disparaba (¡bum-bum!) desde su caballo. Pues ahí estábamos nosotros, treinta y tantos niños de a siete, vestidos con nuestro pantalón corto, nuestra inmaculada camisita blanca, un gorro de cartulina blanca del tipo barquita y un penacho de papeles de colores que colgaba de la cocorota del casco, al estilo de las plumas que los húsares llevaban en sus uniformes de gala. Había más, para la función el colegio nos había dotado de sendas cañas con cordel, a modo de mosquetón, con los que erguidos, desfilábamos por el inmenso escenario del López de Ayala. Yo era una treintava parte del coro, pero la función tenía su protagonista. No recuerdo quién fue el elegido, seguro que cantaba mejor que yo, pues a pruebas nos sometió el todoterreno hermano Daniel, que, ¡cómo no!, era el que dirigía el coro del colegio; sin duda era el hermano más esforzado de todos. El premio de ser el niño cantor era que salía en la función, montado en un caballo de palo y cabeza de cartón, al frente de la menuda tropa infantil. Y tan vacío teníamos el disco duro a los siete años, que aún recuerdo la musiquilla de la función y algo de la letra:
--¡¡Compañía!!
El general Bum Bum cuando se va a la guerra
ante sus soldados hace temblar la tierra,
encima de su caballo, galopa que galopa,
encima de su caballo, galopa arriba y abajo.
El caballo es de cartón, apartad las criaturas,
¡rampataplán tereré!, ¡pátapo patapún!,
se va a la guerra, ¡rampataplán tereré!, ¡pátapo patapún!,
se va a la guerra el general Bum Bum...
Ahora era cuando soplábamos con todas nuestras fuerzas los artilugios sonoros hechos de caña y papel de fumar, haciendo un ruido acompasado: ¡Fufufufufu! El general del caballo de palo, dirigía la mesnada infantil, blandiendo su espada de madera arriba y abajo coreando la canción. No sé si lo hicimos bien o mal; lo hicimos, que era lo importante. Seguro levantamos emociones, lagrimitas de las mamás y de los papás que, arrebolados, nos veían discurriendo en el escenario del López. Seguro que el aplauso final fue apoteósico, que surgió del fondo de las almas de las abuelas y de los titos; poco importaba lo descuadrada de la formación o que unos y otros nos adelantáramos al ¡Fufufufu! o al estribillo. Todo pasó como una nube a la que te subes al entrar en el teatro y que, una vez acabada la actuación, se va diseminando entre los abrazos de las familias que nos acogían por los pasillos. ¡Uff, qué susto! Ya se acabó. Bajamos del limbo y para siempre me quedó la cantinela en mi recuerdo:
--El general Bum Bum cuando se va a la guerra... (música, maestro).
Finalmente, y por curiosidad, decir que La Trinca tiene un versión en catalán de esta canción y el texto íntegro de la misma. Esta es su dirección en Internet: http://www.youtube.com/watch?v=lSOypfWZcXg
Vicente Novillo
vnovillo@telefonica.net
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