domingo, 19 de julio de 2009

IN MEMORIAM DE UN AMIGO

Fernando Lozano León




El día se va,
el amigo desaparece,
la luz se enciende,
¿crecerá la esperanza?




miércoles, 24 de junio de 2009

UNA PODÓLOGA FORMADA EN PLASENCIA


Podóloga en Ayamonte

Carmen Esteban, simpática y dicharachera ayamontina, futura master, ejerce de podóloga en su pueblo, pero su diplomatura la obtuvo en el C.U. de Plasencia. Tres años
que guardan muchas y buenas experiencias, de compañeros, de paisanajes, de formación en lo que sólo parece que pueda ser vocacional, la podología.
A Carmen, se le enciende la cara cuando le menciono el valle del Jerte, los otoños del Ambroz, Gata o las Hurdes, lugares que consiguen esbozar un hálito de recuerdos en su cara. Pero esos tiempos no están lejanos pues la ayamontina podóloga no levanta muchos años en su calendario vital. Digo esto porque imbuida en su bata blanca de trabajo, me cuenta los más mínimos detalles de la razón mi consulta: un espolón calcaneo.
Me comenta que lo mejor es hacerse unas plantillas a medida, para que el pie asiente perfectamente y así evitar las tensiones musculares que dan pie, nunca mejor dicho, al dolor que produce el espolón. Ella lo conoce bien, lleva plantillas desde los 15 años y quizás sea esa la razón de su dedicación a la podología.
Llegué hasta su clínica por recomendación de otros clientes suyos. Como estoy de paso y Carmen es muy seria en su trabajo, me recomendó que a mi vuelta a Badajoz, contactase con un compañero suyo de curso Fabian Dios, que tiene clínica montada, para que me haga las plantillas, pues éstas necesitan de un seguimiento y claro desde Ayamonte no podría. Seria para su trabajo y legal como se ve.
Suena el timbre de la entrada, es el siguiente paciente, un adolescente entrado en kilos. Me levanto, le pago y me despido. Desde el fondo la clínica se oye la alegre voz de Carmen diciendo: " Mantenme informada, a ver como evolucionas".

martes, 23 de junio de 2009

LA ALUMNA DE ALFRED STIEGLITZ




Por la calle de Cristóbal Colón de Ayamonte iba yo a la conquista de un cable, que los de Apple en su intención renovadora constante, habían cambiado la conexión a la cámara de vídeo. Siempre que llego a una nueva localidad suelo darme un voltio por los colegas a ver que hacen, pero a Olga Aguilera me la encontré de sopetón; está en la misma acera de Beep, deseo de mi conquista. Al pasar mire dentro del pequeño salón fucsia que hace las veces de recepción del estudio de fotografías. En la pared destacando sobre el fucsia un niño mestizo de Harlem me mira al pie de una escalera, sobresaliendo entre una atmósfera buscada; causa impacto al igual que el juego del ratón electrónico y el gato. Esta chica promete. A la izquierda de la sala sobresale una enorme imagen del Harlem que yo confundo con las que hacía Stieglitz y que Olga, ya presente en la sala, me aclara con decisión.
- "Son obras mías, no ve usted que están firmadas", con un cierto disgusto en la cara ante lo reiterado de la confusión.
-"¡Cómo voy a firmar la fotografía de otro!"
Pido disculpas por mi error de apreciación y destaco que el hecho de entrar en su estudio ha sido por la fotografía del chico mulato.
Olga Aguilera, desborda simpatía y afán vocacional en su trabajo; de nuestra conversación se deduce un carácter apasionado, metódico y casi suicida económicamente hablando, en donde la estenuación económica puede ser causa de una futura huida profesional.
Da gusto estar de charla con una mujer que vive tanto y tan profundamente su profesión y que le dedica todas su energías. Se le nota algo desilusionada por la crisis y por los problemas que sufrimos los ciudadanos de a pie.
A Olga Aguilera, le gustaría que le reconocieran más su trabajo, detalloso y preciso y las innovaciones que en el mismo introduce a la hora de hacer sus reportajes de bodas, bautizos y comuniones. Seguro que el tiempo hará justicia de esta fotógrafa entusiasta, alumna de Stieglitz, sin saberlo.

lunes, 22 de junio de 2009

MALAS NOTICIAS

Salgo a dar un paseo después de recibir una funesta noticia, a mi amigo Fernando le han ingresado de urgencia al declararsele una pancreatitis de repente, que le tiene postrado en la UVI del Infanta de Badajoz. La noticia me queda patidifuso y automáticamente pienso en si la parca se me acercara tanto ¿que hacer aquí de solana en el sur?
Diré, aunque no lo creo, ¡Que la Providencia nos proteja! ¡Y que lo haga con Fernando! que tiene que ofrecernos todo el arte que lleva dentro. Loados sean los dioses. ¡Por Fernando!
Esperemos a mañana.
Volviendo del paseo nocturno a eso de las 12,30 horas, vengo por la acera de solana, vamos que no hay mucho personal a esa hora; a lo lejos veo una pareja de la mano, de la cintura después, de la boca al poco; de mucha boca, al momento y todo ello sin pararse.
-Pienso; parecen unos guiris, de los muchos que pueblan estas riberas del Guadiana. Mi sorpresa es que a escasos metros míos, se paran, se meten mano a tope, él le levanta el niqui a ella, pero es ella la que hace más estrupicio, le saca la camiseta al maduro guiri cuando estoy a su vera, que tan entretenidos estaban que no me percibieron y a las suyas siguieron, labio contra labio, cadera contra cadera, caricia contra caricia. Pasé divertido y ve volví una vez a mirar como seguía el duelo; y seguía. Se me quedó en la cara una sonrisa a lo gioconda. La vida de los otros sigue inexorable, el movimiento no se detiene. Pensé en Fernando.
Esperemos que el tratamiento sea efectivo.

EL BAÑO EN EL ESTERO DE LA PLATA



EL BAÑO EN EL ESTERO DE LA PLATA

La marea está alta y el estero de la Plata consigue llenar su cauce hasta el límite conocido por el hombre; el puente que sostiene el paso de los vehículos hacia la parte del zoo de Ayamonte está casi a rebosar y unos muchachos embuidos en sus bermudas se lanzan al estero desde el puente.
Son las cinco de la tarde y esta escena me ha recordado cuándo en el Guadiana de mi ciudad también bullían los muchachos en verano bañándose en la playa, entre eucaliptos. Es una escena que te reconcilia con la normalidad; me quedé mirándolos un rato, ¡como disfrutaban los condenados asomando la cabeza por debajo del pretil del puente! dejando sonar sus voces y risas al unísono del ruido de los coches pasando por encima de sus cabezas a menos de un metro. Era como sostener el trafico sobre sus hombros.Era la aventura diaria del baño en el estero de la Plata.

viernes, 5 de junio de 2009

A PEDIR DE BOCA



La busca del piso en Ayamonte

La jornada empezó temprano, había que recorrer 290 km. distancia que separa a Badajoz de Ayamonte, el pueblo elegido para pasar el verano. Fronterizo como Badajoz y bañado por el mismo río, el Guadiana.
La verdad es que el viaje se hace un poco pesado; uno se desacostumbra
fácil a no ir por carreteras nacionales corrientes, en donde lo normal es que te pille una series de camiones en las cuestas y ¡a chupar rueda! unos kilometritos.
Llegado a Ayamonte, había reservado habitación en un Hotel de dos estrellas que había visto por internet, el Riavela, que sorprende por su calificación, ya que ofrece más que sus estrellas indicativas. Atendidos por Lala y Roberto, entre otros, personas de fácil charla simpatía, dispuestos a recomendarte un estupendo sitio para comer, Casa Vicente, como más tarde comprobé. Me instalé en la habitación 110.